Llevo varios días sin atreverme a comenzar esta crónica, pero ha sido un palo muy duro para mí en cuanto a lo deportivo. Como ya sabéis no pude terminar mi tercer maratón.
Se trataba del primer maratón que hacía fuera de Madrid. Los dos anteriores habían sido completamente un éxito. El primero sólo por acabarlo fue inolvidable. El segundo lo fue también, pero por bajar de marca 33'. Pero el tercero no pudo ser. Tenía toda la ilusión del mundo. Llevaba entrenando desde el mes de julio. Quería hacer un maratón en otoño por este motivo: no dejar de entrenar en serio en verano. Aunque la preparación fue algo atípica, cumplí casi todos los entrenamientos salvo la última semana que, por culpa, de una inoportuna fiebre, preferí descansar para llegar bien al domingo. Ese mismo martes fui al médico y me dijo que no tenía nada de infección ni en garganta, ni en oído ni pecho, por lo que suspiré aliviado y ya esa misma noche me encontré mejor. Los siguientes días me fui encontrando cada vez mejor. Pero había una pequeña voz dentro de mí que me decía que algo no iba bien. Evidentemente no la escuché, hice oídos sordos.
El fin de semana comenzó el jueves con el viaje a Águilas aprovechando el festivo de los Santos. Llegamos tarde, pero el mismo viernes aproveché para dormir un poco más y descansar. El sábado teníamos celebración del cumple de Daniela en casa de los abuelos y aunque comimos de más estos días, intenté, dentro de la medida, controlarme algo más. Ese mismo sábado tenía intención de levantarme temprano para dormir mejor por la noche, aunque recordaba de los 2 maratones anteriores que se duerme poco. Al final no lo hice, me levanté más tarde, mi cuerpo me pedía descansar más. Incluso, por la tarde, después de comer, cerré un poco los ojos en el sofá. La noche previa a la carrera la pasé en vela. Apenas dormí y a las 5 de la mañana sonó el despertador. Desayuné, me vestí y puse rumbo a Murcia donde tenía que recoger todavía el dorsal y la bolsa del corredor que la organización me tenía reservada al no poder recogerla los días previos.
Llegué pronto, aparqué en la misma línea de meta, recogí dorsal y bolsa, volví al coche a cambiarme y a prepararme para la batalla con Filípides. Ya se respiraba el ambiente de carrera. Me hice una foto con la camiseta de nuestro C.D. Running Humanes de Madrid (en los maratones suelo correr con la equipación Adidas naranja y negra que me han regalado Raquel y Daniela). Y tras la foto, a calentar ligeramente y hacia la salida. No estaba tan nervioso como en los maratones anteriores, ¿sería una señal?
Dan la salida y ya se nota la poca aglomeración respecto a Madrid. No estaba colocado muy atrás y aunque empezamos lento se puede correr sin agobios. Paso el km 1 en 4:45 y a partir de aquí se corre demasiado bien, el pelotón se estira muy pronto. Subo toda la Avenida Juan Carlos I con un ritmo muy alegre. La verdad es que estos primeros kilómetros los paso con mucha comodidad.
Llego al km 5 en 21:38 (a 4:20 de media). Decido aflojar el acelerador porque voy demasiado rápido. Pero tras el avituallamiento del 5 ya empiezo a notar cosas raras. En el momento de ingerir líquido el estómago me empieza a avisar. Llegamos a la zona centro de Murcia y voy recordando esas calles por las que paseaba en mi época universitaria (¡qué recuerdos!). Avanzamos a la zona del río, dirección a la Fama, calle donde vivía esos años y el estómago me comienza a decir que hoy no es mi día. Llego al km 10 en 44:50 (4:29 de media), se nota que aflojé el ritmo, pero voy bien en cuanto a ritmo. Es a partir de aquí, cuando vuelvo de la zona de las Atalayas otra vez por la Avenida de la Fama cuando ya las piernas se están quejando. La zona de callejeo al otro lado del río me dejan tocado. Voy de cansado como si estuviera en el km 35 y sólo llevo 15 kilómetros. Cada avituallamiento es un suplicio. El primer gel que me suelo tomar en el km 10 lo pospongo hasta el 15 y ya me deja tocadísimo. El ritmo medio comienza a subir lenta pero inexorablemente. Km 15 en 1:08:02 (4:32). Repasando ahora los tiempos veo que no voy tan lento como pensaba, pero el cansancio a estas alturas no es normal. Comienza a aflorar la idea de abandonar, pero cuando se me pasa un poco lo del estómago, se van igual que vuelven.
Hay zonas por las que voy arrastrando los pies. Conforme llego al km 20 cada vez tengo más decidido que voy a abandonar. Lo hago en 1:32:02 (4:36). Las piernas están cargadísimas, me cuesta horrores dar un paso tras otro y sólo pienso que como voy a aguantar así otros 22 kms más. Se me puede hacer eterno. Llego hasta el Medio Maratón en 1:37:55 (4:38), casi 6' para hacer un km. Decido llegar hasta la zona de meta y abandonar allí. Sólo pienso en Raquel y Daniela (y mis padres) que van camino de Murcia para verme entrar en meta y que no lo voy a poder hacer.
Me voy acercando a meta con lágrimas en los ojos. Ya lo tengo decidido. Las piernas aunque cansadas quieren seguir. La cabeza y el corazón también quieren continuar, pero sé que no puedo. Voy a sufrir demasiado si decido continuar. Ahora lo pienso en frío y sé que he hecho lo mejor. Me hubiera quedado muy tocado físicamente si hubiera continuado y a lo mejor sin ganas de volver a intentarlo en Abril. De esta manera, aunque esté jodido los primeros días, sé que no iba a terminar tan mal. Así que al paso de meta, me paro y me siento en un bordillo a llorar como un niño. Varios voluntarios se acercaron a mí a ver si estaba bien. Les decía que sí, entre lágrimas, que no se preocuparan. Me desahogué allí mismo. Cada poco volvían los voluntarios a preguntar. Les mando un saludo desde aquí y mi sincera enhorabuena por su gran trabajo. Sólo pensaba que llevo entrenando desde el mes de julio para cagarla de esta manera. Tenía una sensación de impotencia increíble. Al rato un militar se me acercó a preguntar y me dijo que hice lo correcto, que él también corre y que cuando no es el día, no es el día.
Una vez, se me pasó (levemente) el disgusto, volvían a mi mente Raquel y Daniela. Las llamé para decirles que había abandonado, tranquilizarlas y que me duchaba y las esperaba en meta. Y así lo hice. Cuando llegaron, me abracé a Raquel y comencé a llorar otra vez. Hacía tiempo que no lloraba tanto, pero necesitaba desahogarme. Era el primer tropiezo que he sufrido desde que estoy corriendo. Hasta ahora todo había sido alegrías. Analizando la situación, veo que la fiebre del martes me dejó tocado. Seguramente habrá sido un virus que me dejó muy débil para correr un maratón. El lunes por la noche posterior también volví a encontrarme mal y cansado, por lo que puedo decir que están claros los motivos de mi abandono.
Agradezco a mis niñas todo el apoyo recibido durante el entrenamiento de estos meses, así como el apoyo recibido tras la carrera que me ayudó muchísimo a superar este mal resultado.
Quiero mandar desde aquí mis agradecimientos a todos mis compañeros del C.D. Running Humanes de Madrid porque se portaron genial conmigo desde antes de la carrera hasta después de este palo tremendo.
También a los organizadores del I Maratón de Murcia por su gran trabajo. Ha sido increíble intentar poder correr un maratón en mi tierra. Seguramente vuelva otro año a terminar lo que no he podido acabar este año. No recogí la medalla en meta porque no me la merecía. Sólo quiero tener las medallas de los maratones que termine.
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